Por Ícaro Llamas.

PLAYA DEL CARMEN, Q. ROO.- Cuando salí del closet, una de las primeras personas con las que me abrí fue una prima de mi edad con la que crecí como si fuéramos, más que primos mejores amigos. Yo vivía en ese momento en la ciudad de Querétaro y ella en el entonces DF. Viajé hacia allá casi exclusivamente para hablar con ella y contarle el gran secreto. Antes de salir hacia allá, ella me dijo por teléfono que tenía también algo que contarme. Ambos teníamos menos de veinte años.

Comimos, hablamos un rato y por la noche llegó el tequila para dar valor.
Después de varios shots, fue ella quien empezó las confesiones. Me dijo “wey, soy bisexual”. Yo en ese entonces aunque actualmente me asumo como gay, también me consideraba bi. La escuché hablar por diez minutos de los conflictos que eso le causaba, prejuicios sociales, familiares, miedos… Hasta que le dije “no es por robarte la noche, pero yo venia a decirte exactamente lo mismo de mi”.
Reímos mucho, seguimos tomando, hablamos de quienes nos gustaban y de la poca experiencia que teníamos en esos temas.

Con ella también fue mi primera vez en una marcha del Orgullo LGBT
Fue toda una revelación para mí. La avenida Reforma llena de hombres y mujeres luchando por sus derechos, haciéndose visibles ante una sociedad que los prefiere bajo la alfombra (o dentro del closet), exuberantes cuerpos semidesnudos, seres andróginos tomados de la mano, mujeres estrenando anatomía y luciéndola con orgullo, lesbianas gritando consignas, chavos en patines ávidos por llegar a la fiesta del zócalo, núbiles damas en nevados vestidos de novia contrastantes con sus oscuros bigotes, osos luciendo leather y cadenas, dragas imponentes y espectaculares siendo fotografiadas cual si de criaturas salidas del más surrealista sueño se trataran, seres fantásticos desde hermosas sirenas, hadas barbudas y con perforaciones en los pezones, los personajes del mago de OzUn par de primos, un niño y una niña disfrutando de esa nueva experiencia y esa parte de su vida. Pero sobre todo unión, UNIÓN entre un grupo de humanos totalmente diferentes entre ellos, conviviendo y respetando, luchando por la igualdad, por los derechos, divirtiéndose, siendo felices.
Una de las cosas que más grabadas se me quedaron, era la gente externa a la marcha. Los que sólo veían desde la banqueta –ESOS MIRONES TAMBIEN SON MARICONES!!!– pero apoyaban, aplaudían; tipos que se veían afeminados pero no se atrevían a unirse, familias con cartulinas de apoyo, bellas ancianas sonriéndonos. Fue una experiencia que me ayudó mucho a seguir aceptándome y a no esconder quien soy.

No sé si es la belleza que da la memoria a las primeras experiencias, pero de las contadas veces que he ido a una marcha, esa fue la mejor (seguida de la que acabo de pasar en Playa del Karma, tal vez porque soy nuevo aquí, tengo mucho mas confianza en quien soy y me acepto tal cual, fuimos pocos, pero fuimos los necesarios).
Se que algún día volveré a marchar sobre Reforma con mi prima (seguramente acompañado de sobrinos) y tal vez hombro a hombro con el cabrón que decida aguantarme.

¿Has ido a alguna marcha del Pride? ¿Qué tal fue tu experiencia? ¿Te identificas con el espíritu del Pride? Queremos conocer tu opinión.

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