¿En qué momento los desnudos de tu posible futura pareja sexual dejaron de ser un arma de seducción o un medio para ir templando las aguas, y se tornaron en un requisito mediante el cual haces casting a un trozo de carne, a veces anónima, sin rostro ni mucho menos nombre? Don’t #SendNudes.
Por Ícaro Llamas.
PLAYA DEL CARMEN, QUINTANA ROO.- Nací en la primera mitad de los años 80’s. Un año y tres días antes del temblor, o bien treinta y tres años y tres días antes si le damos prioridad al más reciente terremoto en la Ciudad de México y seguramente más sensible aún en el inconsciente colectivo. Soy tal vez de las primeras camadas de lo que años después seríamos los millenials, una generación en teoría adaptada a las redes sociales y a la convivencia on line. Hago énfasis en la expresión en teoría, ya que si bien gran parte del día entro a Facebook a informarme, relacionarme o simplemente perder el tiempo, pertenezco a una minoría (creo no ser el único) que no logra hacer clic con este modo de vida cibernética ni termina de entender las reglas para la convivencia dentro de la misma. De hecho, lo confieso: ODIO LAS NUDES, LOS PACKS O LAS FOTOS HOT.
¡Pero espera, no me juzgues! Me observo de hecho, como alguien que disfruta mucho de su sexualidad y que además, tiene una mentalidad bastante amplia, por lo menos en lo relacionado al acto amatorio de índole casual. Me considero alguien, si no adicto, sí consumidor frecuente de pornografía con diversa temática. Suelo enamorarme por temporadas de algunos actores y ver todas sus escenas una y otra vez hasta conocer detalles de memoria, o saber el segundo exacto en la barra de reproducción en que podré ver una explosión de placer en la cara de algún ávido twink. Pero creo que es precisamente por eso que me gusta tanto el porno, porque es gente que difícilmente conoceré. El placer de lo inalcanzable tal vez.
Una de las pocas ventajas de la agobiante vida adulta sobre la cómoda niñez es el sexo. Podríamos compararlo a la felicidad que sentíamos al recibir un regalo. En tu cumpleaños, el día del niño, navidad ó 6 de enero, no importaba; y si el regalo venia envuelto, la emoción de abrirlo poco a poco era indescriptible. Ahora imagina que mientras retiras el papel de fantasía de una prometedora caja, llega alguien y te revela al oído el contenido de dicha caja o, peor aún, te muestra fotos del obsequio en cuestión y en dos de ellas, hasta se alcanzan a ver uno o dos niños pasando un rato de tremenda diversión con tu regalo. ¡Mira como se divierten! ¡Mira cómo lo estiran y lo mordisquean! Se supone que eso debe generarte bienestar. Pues no.
Tú abres tu regalo y está como nuevo. Era lo que esperabas desde navidad: un flamante y peludo trasero. Si bien no hay rastros de los otros niños, era algo que ya habías visto y ya no te sorprenden igual los lunares, las formas ni los tamaños. O tal vez sí y yo soy demasiado old fashion.
SEND NUDES
Detesto además el termino: “pack, nude, hot” ¿Por qué esa tendencia a reducir el lenguaje a una palabra? En la ya de por sí fría convivencia electrónica de un Grindr o un Scruff, ¿es realmente necesario que las pláticas sean monosílabas? Tal vez ese es tema de otro post, pero bien valdría hacer hincapié en esa extraña costumbre.
¿En qué momento los desnudos de tu posible futura pareja sexual dejaron de ser un arma de seducción o un medio para ir templando las aguas, y se tornaron en un requisito mediante el cual haces casting a un trozo de carne, a veces anónima, sin rostro ni mucho menos nombre? Yo creo que desde el posible. Al tener una pizarra con N alternativas a nuestra disposición, decenas de hombres clamando sexo –no importa quién ni cómo, dámelo ahora- , perdemos un poco de nuestra identidad sexual y nos convertimos en una opción más.
Un cuerpo con un falo o un par de nalgas, que podrían ser las de cualquiera. Creo que las relaciones humanas van evolucionando, así como la manera en que nos vinculamos unos con otros; considero las redes sociales una herramienta impresionante para conseguir lo que queremos, así sea el sexo más salvaje de la historia. Pero creo que debemos tener cuidado en la manera en la que usamos dichas herramientas, si no queremos que en lugar de acercarnos nos alejen de nuestros semejantes.
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