Por Dolores Basinger.
Me dicen la Hembra. Mi novio es un narco. Menudista, pero narco al fin. Se dedica a la venta de sustancias lúdicas para adultos con economía solvente vaya; por lo menos en los ratos libres en los que se lo permite su puesto de director de una empresa de bienes raíces.
Le va bastante bien. Nos va, digo. Ya hace unos meses que tenemos una colorida vida juntos. El depa lo renta, pero pensamos comprarlo. Ya lo tenemos bien adaptado. O más bien uno se adapta al lugar donde vive y viceversa. Uno va tomando parte de la personalidad de la casa y la casa como que se hace como uno, no?
Es un lugar lindo. La cocina es amplia y por lo general es él quien la utiliza. Amo sus bisteces con pimienta. La sala comedor es bastante grande y bien amueblada. Hasta tiene un balconcito de troncos que da hacia la alberca del condominio, y a medio depa hay unas escaleras que llevan a una palapa en el techo.
No es algo nuevo para mi vivir cómodamente. Mi familia vive bastante bien, no me quejo. Mi viejo patentó su idea y con eso se compró su casa y nos sacó adelante. Es el inventor de los Chisguetitos, sabes? Las bolsitas esas en que viene la cantidad de líquido para trapear exacta para una cubeta, que se volvió tan popular hace unos años. Ya sabes, de las que abrías con los dientes y siempre terminabas tragando un poco; pero lo resolvieron agregándole varios refrescantes sabores.
Que de dónde viene “la Hembra“? Soy de carácter fuerte, sé imponer mi voluntad. Desde chiquilla. Era La Hembrita Chisguetes allá en el norte, por un comercial en el que salía cantando el jingle del producto de mi papá:
“Huelen rico,
saben rico.
Chisguetitos,
limpia el piso.
Dame, dame,
Yo te ayudo.
Que nos quede
reluciente.
Limpio el piso
con mi mami,
y el poder
de Chisguetitos”
Fue hasta varios años después que lo empezaron a servir en las fiestas de adolescentes o noches de destrucción física y moral mediante estímulos etílicos. Le echabas ron y agua mineral; el más rico era el de Campos de manzana. Fue en una de esas fiestas que conocí a Marciel, mi novio. Lo vi acercarse con dos tragos en la mano, el verde, Campos de manzana -¿qué otro?- y el rosa, Bebé feliz.
“¿Qué onda, jalas?” preguntó con su voz fuerte, segura, casi insultante. Eso de darse a desear siempre lo he considerado muy aburrido, si tengo ganas ¿por qué no?
Entre drogas, sexo, Chisguetitos, y alcohol nos dieron las diez de la mañana… del lunes siguiente. Tres días había durado la didáctica tertulia con mi recién descubierto prodigio sexual. No es por nada, pero Marciel es un auténtico semental. Chorros verdes escurrían en mi vaso, chorros blancos cubrían mi cuerpo, polvo blanco en mi nariz y yo feliz como lombriz.
En el desayuno todavía serví un poco de tequila y Cielo rojo en mi jugo de naranja, creando casi un tequila sunrise, con el que tomé mi respectiva pastilla del día siguiente, tonta no soy. Marciel optó por un chai con Azul eléctrico -tan él- y dos rayas para despertar. Lo bueno de estos vicios es que no te apestan, como el cigarro o la mota, al contrario, tu aliento tendrá todo el día olor a canela o a moras.
El martes ya en la oficina me llevé el susto de mi vida al ir al baño y ver el líquido rojo saliendo de mi interior. ¿Tres días habrán bastado para que el producto se gestara y cometiera yo un aborto? Mi mente voló y el remordimiento se adueñó de mi conciencia. ¿Y si no lo había abortado? ¿Y si nacía mal?
Histérica, llamé a Marciel. El ya estaba enterado de la situación. Una alerta nacional previniendo el uso de los Chisguetitos. Resulta que los colorantes usados en su elaboración no eran tan inocuos como se pensaba. Mal MAL no hacen, la verdad. Pero el color va creando sedimentos que terminan manifestándose de alguna forma. Actualmente ya ves, es normal toparse con doctores ligeramente más azules de lo normal, políticos de labios amarillos, amas de casa con la lunita de las uñas verde o monjas de cabellos carmín. Incluso las nuevas generaciones de niños engendrados en estos bacanales de delicioso aroma traen el color en sus genes. Sangre purpura, ojos dorados y sonrisas cian. Mejorar la raza ¿Es el chiste, no?
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